Santos 8/2/2016
La Presencia Real de Cristo
Por el poder del Espíritu Santo, Cristo se hace presente en la proclamación de la Palabra de Dios, en la asamblea eucarística, en la persona del sacerdote, pero sobre todo, y de una manera única, en la Eucaristía.
Por el poder del Espíritu Santo, Cristo se hace presente en la proclamación de la Palabra de Dios, en la asamblea eucarística, en la persona del sacerdote, pero sobre todo, y de una manera única, en la Eucaristía. “Esta presencia se denomina ‘real’, no a título exclusivo, como si las otras presencias no fuesen ‘reales’, sino por excelencia, porque es substancial, y por ella Cristo, Dios y hombre, se hace totalmente presente” (CIC, no. 1374, citando al Papa Pablo VI, Mysterium Fidei, no. 39).
Desde la Edad Media, la transformación del pan y el vino en el Cuerpo y Sangre de Cristo se ha llamado “transubstanciación”. Esto quiere decir que la sustancia del pan y el vino se transforman en la sustancia del Cuerpo y la Sangre de Cristo. La apariencia del pan y el vino se mantiene (el color, la forma, el peso, la composición química), pero la verdad subyacente —es decir, la sustancia— es ahora el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
La Presencia Real de Jesucristo permanece en los elementos consagrados incluso una vez que la Misa ha terminado. Una vez que se ha distribuido la Comunión, todas las Hostias que quedan se guardan en el tabernáculo. Si queda algo de la Preciosísima Sangre, esta se consume reverentemente. Las Hostias se reservan para la Comunión de los enfermos, para el Viaticum (la Comunión para los moribundos) y para permitir a los fieles que adoren a Cristo en el Sacramento reservado y que recen en su presencia. Como signo de adoración, los católicos latinos hacen una genuflexión ante la Presencia Real de Jesucristo en el tabernáculo, o hacen una genuflexión o se arrodillan cuando el Santísimo Sacramento está expuesto para la oración. Los católicos orientales muestran su reverencia con una inclinación profunda en vez de una genuflexión. “Por eso, el sagrario debe estar colocado en un lugar particularmente digno de la iglesia; debe estar construido de tal forma que realce y manifieste la verdad de la presencia real de Cristo en el santo Sacramento” (CIC, no. 1379).
Con el paso del tiempo, la reflexión reverencial llevó a la Iglesia a enriquecer su devoción eucarística. Fe en que Jesús está verdaderamente presente en el Sacramento llevó a los creyentes a ofrecer culto a Cristo que habita con nosotros permanentemente en el Sacramento. Allí donde esté el Sacramento, allí está Cristo, quien es nuestro Señor y nuestro Dios. Tal culto se expresa de muchas maneras: en la genuflexión, en la adoración de la Eucaristía y en las muchas clases de devoción eucarística que la fe ha alimentado.
La Liturgia Eucarística contiene todo el tesoro de la Iglesia, ya que hace presente el Misterio Pascual, el acontecimiento central de la salvación. La adoración y devoción eucarísticas fluyen de, y llevan a, la Liturgia Eucarística, la Misa.
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Este artículo es un extracto del Catecismo Católico de los Estados Unidos para los Adultos, copyright © 2007, United States Conference of Catholic Bishops. Todos los derechos reservados.
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